“Hay 3 cosas que  nunca vuelven atrás: la palabra pronunciada, la flecha lanzada y la oportunidad perdida”. Proverbio Chino. Me ha llamado la atención hoy esta frase y por ello me gustaría compartir con todos vosotros unas reflexiones sobre ella.

Es importante para el líder tener este adagio en mente. Hoy más que nunca en nuestras organizaciones se necesitan personas y sobre todo líderes que tengan el dominio sobre la virtud de la templanza y la prudencia. Sí es importante el dominio de la técnica de nuestro trabajo, de nuestro sector, los conocimientos teóricos, o la experiencia acumulada, pero si no somos lo suficientemente capaces de poder ejercitar un poco nuestro pensamiento antes de hablar o de actuar y hacerlo además con una cierta dosis de prudencia, no seremos unos buenos líderes sin duda.

 

 

Tradicionalmente se piensa que la prudencia y sabiduría son propias de la gente mayor, de los “cabellos blancos” en definitiva. Esto no es así exclusivamente. Hay muchos ejemplos de que sí se da este axioma, pero desafortunadamente hay muchas excepciones a esta regla. Por otro lado, en nuestros jóvenes líderes es este un talento que en más veces que lo recomendable es caro de ver cómo aflora.

Bien, no debemos desesperarnos, es este un punto con el que no hace falta que nazcamos, se puede aprender, desarrollar y entrenar, sólo hace falta hacer un diagnóstico acertado y cuanto antes mejor, no sea que lleguemos a un buen dominio de las situaciones por el mero hecho de haber llegado a tener “blancos los cabellos”, ya que normalmente se llega a este conocimiento habiendo usado demasiadas veces ( al menos más de las necesarias ) el método de “ensayo-error” y este método suele tener muchas víctimas colaterales e incluso la victima puede ser el sujeto activo usando ese tan poco recomendable método. No se nos olvide, que esta herramienta se puede – y debe- usar en todos los aspectos de la vida (no sólo los profesionales), y es muy recomendable aplicarla en la vida personal.

Por el lado de la prudencia, es muy importante usar esta virtud como un acicate, es decir como una manera de refrenar nuestra capacidad de decisión y de ejecución. A pesar de que, ante una disyuntiva el no hacer nada es una decisión en sí (yo soy el que decide que ante un problema determinado lo mejor es no hacer nada frente a otras opciones que implican llevar algo a cabo), no podemos ni debemos escudarnos en la prudencia para no tomar las decisiones. Es el famoso “esconder la cabeza debajo del ala como el avestruz”, que no es propia de los buenos líderes.

Es decir, la prudencia es una herramienta más a la hora de llevar a cabo mi día a día, no es un escudo tras el que me parapetaré para “escurrir el bulto” e inhibirme de mis responsabilidades. Porque, y ya nos estamos yendo a la última parte del proverbio que estamos analizando, debemos de tener en cuenta que excediéndonos en el uso de esta virtud (sí amigos, hasta el uso excesivo de esta virtud es negativo) puedo llegar a perder mi oportunidad ante una posible acción y ya sabemos que el “tren sólo pasa una vez”.

¿A dónde llegamos en nuestro análisis? Pues a que, como casi siempre, la buena virtud se encuentra en el “justo medio”. ¿Y dónde es donde se tiene que colocar el líder? Pues precisamente ahí donde está la virtud.

¿Por qué? Porque llevará a cabo sus proyectos y gestionará activos y personas con una dosis suficiente de ejecución prudente. Hará cuando hay que hacer y no hará cuando sea necesario quedarse quieto. Hablará en el momento que tenga que hacerlo y así sus palabras y acciones serán más efectivas.

Es sutil, muy importante, y difícil a la vez, pero recordad, se puede ejercitar, desarrollar y aprender. Animo y a por ello.

 

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